Cuando nos levantamos cada día no sabemos como va a acabar. Nos despertamos con la cara machucada, baba seca, cabello enmarañado y ojos hinchados y empezamos un nuevo día, y aunque esperamos lo mejor, en realidad no sabemos como será todo al momento de acostarnos. Pero aunque esto pasa, todos queremos que nos vaya de maravilla. Queremos que al final del día y al llegar el momento de irnos a la cama, el saldo esté a favor nuestro. Si en el día anterior planeamos alguna actividad lo que esperamos es que el día de hoy rinda los frutos que calculamos. Cuando esto pasa nos sentimos más contentos que anciano estrenando caja de dientes nueva, ya que es un logro más en nuestras vidas pero cuando las cosas no marchan como esperamos sentimos tristeza y frustración. Muchas personas a raíz de esto se entregan a la pena y el llanto, otros se animan pensando que mañana será un día mejor. ¿Qué actitud tomas tú?
Está en nosotros el como actuamos cuando el día no es como esperamos. Con sentarte a llorar sobre la leche derramada no conseguirás nada, lo único es que se te irriten los ojos. Si en tu empleo tenías una meta por alcanzar en este día y no fue cumplida, tienes dos opciones: Amagarte y pasar la carta de renuncia o agradecer a Dios por lo aprendido en el proceso y esforzarte un poco más en el próximo reto laboral. Si trabajas en las ventas y te propusiste que hoy sobrepasarías las ventas del día de ayer y no lo conseguiste, no te creas a ti mismo un fracasado, al contrario felicítate por ser alguien que se esfuerza por ser mejor cada día. Piensa que mañana es un nuevo día, con nuevas expectativas y oportunidades y que tienes mucho a tu favor para que sea un día de bendición. No importan los reveses que tengas en la vida, nunca dejes de pensar como un vencedor. “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.” (Romanos 8: 37)
Recuerda que ponerse metas y propósitos hace parte de tu crecimiento como persona y como cristiano y que aunque sientas que no has podido avanzar, ten la firme convicción que tu Señor y tu Dios ha estado a tu lado en el proceso y que Él se valdrá de los medios para que, si tu día de hoy no fue como esperabas, el día de mañana sea aún mejor de lo que tu habías imaginado.
Un mal día lo tenemos todos, pero permitir que días malos sean la constante no puede ser permitido. Mañana es un nuevo día, con nuevas expectativas, y estas las pones tú. Jesucristo plasmó sabias palabras que encontramos en Mateo 6.34: “No estéis, pues, preocupados por el día de mañana, porque mañana ya habrá tiempo de preocuparse. A cada día le basta con sus propios problemas.” Recuerda siempre que Dios va preparando todo para el bien de los que le aman, es decir, de los que Él ha llamado de acuerdo con su plan. Si tu día no fue como esperabas, ten fe que mañana aparece un nuevo sol.
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