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Promesas, promesas y más promesas se escuchan a diario y en todo los rincones del planeta. El padre alcohólico que si se llega a morir y lo creman dura tres meses prendido, que le dice a la sufrida esposa y a sus hijos que no volverá a tomar una copa más. La esposa que mata a un cerdo a punta de cantaleta que le promete a su marido no seguir ejerciendo el oficio de cantaleta profesional. El niño que es más cansón que un yunque de llavero que promete a sus padres no ser tan “hiperactivo”. En fin, todos hacemos promesas. Pero el punto no es hacer o no hacer promesas. Lo que en verdad marca la diferencia es cumplir las promesas. En nosotros los seres humanos las promesas dependen de dos factores: el poder y la voluntad, esto es, si podemos cumplirlas y si nos da la gana hacerlas cumplir. Suena duro pero es así. Pero, ¿Qué hay con respecto a Dios? ¿Qué pasa con las promesas de Dios?
A diferencia del hombre, Dios no depende de si puede o si quiere cumplir sus promesas. Con Nuestro Señor sus promesas YA están cumplidas. No es que de pronto si o quizás, es que YA lo hizo. Dios NUNCA falla a sus promesas:
Bendito sea Yahveh, que ha dado paz y reposo a su pueblo, Israel, según se lo había prometido; no ha faltado a ninguna de las promesas que hizo por boca de Moisés, su siervo. (1 Reyes 8:56)
Así mismo Dios nos ha dado muchas promesas. 1 Pedro 1:4 dice:
Reservaba para ustedes la herencia celestial, ese tesoro que no perece ni se echa a perder y que no se deshace con el tiempo.
Esta herencia es en base a sus promesas.
Y además las confirma con juramento:
Cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo diciendo: «De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente». Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa. Los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda controversia es el juramento para confirmación. Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento, para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec (Hebreos 6: 13 – 20)
Yahveh cumple todo lo que promete: El Señor no se demora en cumplir su promesa, como algunos dicen, sino que es generoso con ustedes, y no quiere que se pierdan algunos, sino que todos lleguen a la conversión. - 2 de Pedro 3: 9
Desde el punto de vista del hombre las promesas se fundamentan en la esperanza, puede que pase como que no; para Dios se basan en su Palabra que es veraz, es decir, aún sin verlas ya se cumplieron.
En cierta ocasión Dios el Señor le prometió a Abraham una descendencia y Abraham nunca dudó de dicha promesa. Su cuerpo estaba anciano y débil, contaba con casi 100 años y aún así no disminuyó su fe. Y si a esto le sumamos que Sara, su esposa era anciana y estéril. Mejor dicho era más fácil que nevara en el desierto del Sahara. Con todo en contra Abraham pudo creerle al que le había prometido. Le creyó al que todo lo puede y que llama a las cosas que no son como si fuesen. Y ¿que hizo Abraham? Se fortaleció en fe y le dio gloria a Dios. Resultado: Nosotros como hijos de Dios hemos sido adoptados por Él y así también, por medio de la fe, formamos parte de la descendencia de Abraham. ¿Se cumplió entonces dicha promesa?
Yahveh ha prometido a sus hijos ricas y grandes bendiciones en gloria. Son inagotables Nuestro Padre Eterno nos ha prometido:
- Perdón de pecados (1 Juan 1:9)
- Paz (Salmos 85:8)
- Bendición (Salmos 67: 6 – 7)
- Guía (Salmos 23)
- Prosperidad y salud (3 Juan 2)
- Respuesta a las oraciones (Juan 14: 13 – 14)
- Salida a las tentaciones (1 Corintios 10:13)
- Protección del mal (2 Tesalonicenses 3:3)
- Vida eterna (1 Juan 2:25)
Y si leemos la Biblia hallaremos miles y miles de promesas más.
Pero todo se completa en el Mesías Jesús de Nazarteth. Dios cumple todas sus promesas en el Salvador de la humanidad:
Pero como Dios es fiel, nuestra palabra a vosotros no es «sí» y «no». Porque todas las promesas de Dios son en él «sí», y en él «Amén», por medio de nosotros, para la gloria de Dios. (2 Corintios 1: 18,20)
Todos tus sueños y anhelos, aquellos que parten de un interés sano y profundo hacen parte de las promesas de Dios. El Señor te creó con el propósito de darte lo mejor de la vida y por esto ha dado sus promesas y con Él no hay sombra de duda. Su Palabra lo enseña: Dios es fiel y cumple sus promesas.
¿Cómo verlas cumplidas? Toma ejemplo de Abraham. Fortalécete en fe y da gloria a Dios. Cree en su palabra y vive conforme a ella. De este modo abrirás una hemorragia de bendiciones a tu vida y serás testigo ocular del más grande poder de todo el universo: El poder del Altísimo.
Pero todo, completamente todo será con el propósito perfecto de dar gloria al único Dios todopoderoso, Yahveh de los ejércitos.
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